CHUCHERÍAS Y GOLOSINAS
¿Qué son las chucherías?
Los hábitos alimentarios de la infancia y de la adolescencia se caracterizan por el
abuso en el consumo de chucherías o “chuches”, expresión coloquial con la que
aludimos a un conjunto de productos dulces y salados, de formas y sabores
diversos, de escaso o nulo interés nutricional y que se toman a cualquier hora del
día.
Para este fin de “comer entre horas” o “picotear” se pueden emplear diversos
grupos de alimentos con distintas características nutricionales, tales como:
• Golosinas y dulces (caramelos, gominolas, chicles,...): en su composición
predominan los azúcares y las grasas, además de los aditivos.
• Chocolates (bombones, huevos de pascua,...): cacao y azúcar, además de
leche, manteca y grasas. Cuando a estas barritas de chocolate y galleta se
asocian frutos secos y caramelo (“snacks”) su contenido calórico se dispara.
• Aperitivos (Patatas fritas, cortezas, frutos secos,...): grasas y aceites con
elevado valor calórico y exceso de sal.
• Batidos, yogures y helados: leche y aditivos, en el mejor de los casos.
• Zumos: pocas calorías, bastante azúcar y mucha vitamina C... pero siempre
es mejor la fruta entera (fibra).
• Bollos y galletas: hidratos de carbono y grasas (la mayoría de coco o
animales, que son grasas saturadas, es decir las que empeoran el colesterol
sanguíneo).
Los tres primeros grupos son los que más se ajustan al concepto de “chuches”,
siendo los más empleados por los niños españoles (en esto también influyen las
costumbres).
¿Se deben considerar alimentos?
Claro que sí. El diccionario de la Real Academia Española define chuchería como
“alimento corto y ligero, generalmente apetitoso”, mientras que golosina como
“manjar delicado, generalmente dulce, que sirve más para el gusto que para el
sustento” o “cosa más agradable que útil”.
Son pues “alimentos vacíos”, calóricos
pero con escaso valor nutritivo.
Se deben cuantificar y tener en cuenta al realizar la encuesta dietética del niño.
Valgan como ejemplos que una bolsa de patatas fritas pequeña de 44 g tiene 250
calorías, una barrita de chocolate con galleta de 21 g tiene 110, 100 g de gominolas
360, ó 100 g de cacahuete pelado más de 600 calorías.
¿Pueden ser perjudiciales?
Su abuso puede tener consecuencias no deseables, favoreciendo:
• Inapetencia: el tomar a voluntad, sin ningún control, este tipo de
productos provoca falta de apetito cuando llega el momento de la comida
convencional. Sus calorías vacías provocan la saciedad suficiente.
• Caries: son en su mayoría azúcares refinados que favorecen el desarrollo de
los microorganismos que atacan la placa dentaria. No es posible mantener la
necesaria higiene dental cuando se están consumiendo estos productos en
cualquier momento del día.
• Alergia: los aditivos dan color, sabor y aroma que contribuyen a potenciar
su atractivo. Algunos pueden ser acumulables favoreciendo reacciones y
erupciones en la piel (urticarias o brotes de dermatitis atópica) o incluso
asma (colorantes azoicos).
• Obesidad: Son productos hipercalóricos. Si la cantidad de azúcares ingerida
sobrepasa los límites de almacenamiento, el exceso de glucosa en sangre se
transforma en grasa en el tejido adiposo. Además la instauración del hábito
del consumo de tentempiés sobre una ingesta diaria de calorías que ya es
apropiada, producirá un aumento de peso. Cada día es más frecuente ver en
nuestras consultas la evolución de preescolares “que no comen” hacia
escolares obesos, al coexistir una dieta “al gusto y sin horarios” con un
aumento del sedentarismo (deberes, televisión, videoconsolas, etc.). Debe
evitarse especialmente el creciente hábito de ver la televisión comiendo
simultáneamente algún tipo de chuchería.
• Atragantamientos: Probablemente es la urgencia con riesgo vital más
frecuente en la infancia... con el agravante de que muchas veces es
evitable. La comida es un acto que requiere su atención, evitando
distracciones: se debe procurar que el niño no corra, ría, llore o hable con
comida en la boca. Los frutos secos no se ofrecerán a menores de 4 años.
¿Se deben prohibir?
No, los niños deben hacer cosas de niños (sobre todo si sus amiguitos las comen).
Aunque resulte paradójico, pueden ser una buena excusa para “reforzarle” buenos
hábitos sobre los que poder realizar excepciones. Incluso pueden ser útiles para
incentivar el autocontrol del niño. Es mejor el “por haberte portado bien, este fin de
semana puedes tomar 2 chicles sin azúcar”, que el “si no lloras en el médico te doy
un chupa-chups”: el niño hará mal las cosas para que el padre “venga a negociar”.
Es preferible que los “refuerzos positivos” sean indirectos y por acciones pasadas.
Entonces, ¿cómo y cuándo tomarlas?
• Se deben pactar un número de golosinas máximo a la semana. No es
conveniente que todos los días se tomen: debe haber “días sin chuches” (la
mayoría) y “días con chuches” dentro de la semana, para que el niño
comprenda que son excepciones justificadas (un cumpleaños, fin de
semana, etc.).
• Procure diversificarlas (no todas las “chuches” son nutricionalmente
iguales) y distribuirlas para evitar sobrecargas puntuales de azúcares. Si
puede elegir, mejor las que pesan menos: con el mismo volumen o cantidad
(es lo que percibe el niño) ingerirá menos calorías.
• Evite el “picoteo continuo”: Se deben agrupar y tomarlas “como postre”
de una de las comidas. Mejor sentados a la mesa, evitando
atragantamientos.
• Y siempre después un buen cepillado dental.
• Y RECUERDE: NINGÚN NIÑO MENOR DE 4 AÑOS DEBE TOMAR FRUTOS
SECOS.
Esta sección ha sido elaborada por Jesús Mª Pascual Pérez y Cristina De Hoyos López, pediatras,
y revisada por el equipo de webmasters
Web de la AEPap (Web de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria)